lunes, 10 de noviembre de 2014

Un Por Qué...


Llegas a una etapa de tu vida en la que muchos cuestionamientos bombardean tu cabeza y comienzas a decirle sí a un millón de proyectos que a las finales no sabes si terminarás o que simplemente aceptaste con el afán de callar/apaciguar esas preguntas.
Está demás añadir que la presión social y familiar es tan grande como espacios vacios en el cráneo (qué terrible comparación) y que además te exigen cosas que a veces nos es imposible cumplir (¿¡Qué!? ¿tenemos cuatro brazos? ¿nuestra generación mutó? ¡¡No entiendo!! - Si me lees, imagíname gritando, exagerando y aguantando la respiración al hablar porque así es la cosa)
Por suerte la vida te da indicios... que, lamentablemente, no muchos saben ver.

Estudio psicología (Oh qué novedad - si me leíste antes o me conoces, porque sino sí sería novedad) pero al pensar en el por qué y qué cosa me movió a continuar y no a dejarla de lado como muchos hacen al ver lo complicado que se pone... me doy cuenta que esa necesidad (porque ya se vuelve una necesidad) de apoyar/ayudar/cooperar con o para alguien... siempre ha estado presente en mí desde pequeña.

Dentro del campo de prácticas he podido observar varias formas de pensar, que dentro de lo que yo conocía no encajaba (Oh, claro, porque soy chica de mundo, pues... No.) eran muchas cosas que no entendía y que he ido descubriendo poco a poco, dándome respuestas al ponerme en su lugar. Jóvenes entre 15 y 17 años que, próximos a salir de su zona de confort: el colegio, no están muy seguros de lo que harán, el mundo que descubrirán, la alegría de empezar una nueva etapa, los pajaritos cantando y el sol, o bueno, la lluvia sonriéndoles... por MIEDO a equivocarse, a que les digan "No te cambies de carrera, porque eso no es digno de una persona seria". Yo les enseño, dentro de lo poco que sé, que para lo que eres bueno, siempre ha estado presente desde pequeños, y que equivocarse está bien, porque es parte de tu descubrimiento y que si no nos equivocamos, no aprendemos y vivimos nuestras vidas de rodillas y con constantes dolores de espalda.

Cuando era pequeña, mis padres me enseñaron a respetar, cuidar, crear y dar; lecciones valiosas por las cuales les estoy eternamente agradecida... pero ojo, que no fue "hijita, la vida es..." ¡NO! ellos (los muy vivos) me llevaban a sus eventos y me dejaban por mi cuenta como quien libera a un cachorro de su correa en el parque, mientras ellos repartían, cantaban, jugaban con niños que ni siquiera conocía y pues... los celos nunca faltan; hasta que poco a poco me di cuenta que cuando das algo que tú quieres a alguien que lo quiere más que tú, te sientes bien y haces sentir bien a ese alguien, cosa que disfrutan juntos en un abrazo.
Con el tiempo las situaciones trajeron consigo una serie de cambios, y parte de lo que aprendí, se apagó, o como yo prefiero decirle: Se quedó sentadito esperando volver a ser llamado. 

A veces no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo o no nos detenemos a darle una conexión con cosas del pasado hasta que viene alguien (con más experiencia, claro) y te cuenta su historia, permitiéndote así rebobinar la cinta de tu memoria y conectarse con aquellas experiencias que te ayudaron a formarte en quien eres hoy.

Que alguien tenga ese poder sobre alguien es increíble: ¡Mover masas! 
Pues tengo la gran suerte de encontrar personas que en el momento justo, salvan mi motivación y las ganas de seguir adelante con los mil y un proyectos que tengo pensados hacer.

Este año (Hoy 10 - 11 - 14) he conocido a una de las personas que más admiro, y no por su trayectoria, sino por las cosas a las que se dedica. Tal vez no ha sido una experiencia tan personal como me hubiera encantado, pero las enseñanzas y sobre todo la energía con la que las transmitió, impulsó en mí esa chispita que necesitaba para poder decir: ¡Sí! Sí se pueden cambiar las cosas con un esfuerzo pequeño pero sincero. Al finalizar la ponencia (y el juego del que me hubiera encantado ser parte, pero no fue -pobredemí-) millones de preguntas se me venían a mi mente que al querer traducirlas en palabras, se esfumaban al darme yo misma la respuesta jajaja como siempre me pasa. Temas que iban desde experiencias propias con los niños con los que trabajo hasta la increíble necesidad de hacer reír a otros como forma de apoyo emocional que se convierte en apoyo físico porque esa hermosa sensación produce ganas de actuar y moverse para que otros también la sientan. (Gracias, Wendy)

Y del mismo modo, ella recibió ese impulso de otros con muchísima más experiencia... el punto está en actuar y no quedarse en el "oh.. qué bonito... y...ehm... ya." sino de salir a la cancha y jugarse por lograr ese cambio que queremos, aunque sea con un granito de arena. ¡Dale ese por qué a tu camino!

Hoy te digo: ¡Suelta los brazos y camina mirando a los demás!
Sonríe :)

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